LA CARTA PARTE II
Asustada, Emily se inclinó hacia su hija para comprobar su respiración,
Y se quedó más tranquila al asegurarse de que respiraba. Tenía miedo de que hubiese hecho una locura porque sabía que algo atormentaba a Inés, pero desconocía el motivo que la mantenía en vilo los últimos días, porque de sus labios no salió ni una palabra. Miró con ternura su preciosa carita, blanca como las azucenas. A pesar de tener dieciocho años, aún la veía como la niña que no hacía mucho correteaba por la casa, haciendo travesuras y deslizándose por la barandilla de la escalera.
Se quedó pensativa, tenía la seguridad de que algo muy grave se paseaba por su cabecita, dejando de ser la sonriente chica de siempre, para convertirse en un alma consumida por la pena. Al mirar sus manos de largos dedos de pianista, recordó la carta que asomaba entre sus dedos. El corazón de Emily fue atravesado con el cuchillo del miedo.
Con las manos temblorosas, tomó la carta que su hija sostenía entre sus manos. Tiritaba como una hoja, maltratada por el viento en días de tormentas invernales.
Con los ojos empañados por las lágrimas, leyó como un ciclón el mensaje que su hija le había escrito antes de intentar suicidarse.
La cerró de golpe e intentó despertarla, pero Inés, no reaccionaba.
Emily gritaba y gritaba vestida por la desesperación y el temor de perderla. Su hija moriría sin remedio sino llegaban rápido a buscarla para llevarla al hospital.
- ¡Dios mío! Eran las únicas palabras que salían de su boca. - ¡No te la lleves aún, no te la lleves por favor, Dios mío!
Llamó veloz a una ambulancia, que no tardó en llegar, y hacia el hospital volaba más que corría, era necesario llegar a tiempo porque no sabía a que hora había ingerido las pastillas. En el hospital se la llevaron veloces al quirófano de urgencias para lavarle el estómago e intentar reanimarla. Emily sentada en la sala de espera, lloraba desconsolada. Su marido estaba de viaje, como siempre, a todos los problemas se tenía que enfrentar sola.
Necesitaba contarle la verdad a su hija, nunca se lo perdonaría si Inés moría, sin saber la verdad.
Escrito por Pili Ruiz el día 9 de Julio del 2011
^_________Pili________^
LA CARTA PARTE II
Asustada, Emily se inclinó hacia su hija para comprobar su respiración,
Y se quedó más tranquila al asegurarse de que respiraba. Tenía miedo de que hubiese hecho una locura porque sabía que algo atormentaba a Inés, pero desconocía el motivo que la mantenía en vilo los últimos días, porque de sus labios no salió ni una palabra. Miró con ternura su preciosa carita, blanca como las azucenas. A pesar de tener dieciocho años, aún la veía como la niña que no hacía mucho correteaba por la casa, haciendo travesuras y deslizándose por la barandilla de la escalera.
Se quedó pensativa, tenía la seguridad de que algo muy grave se paseaba por su cabecita, dejando de ser la sonriente chica de siempre, para convertirse en un alma consumida por la pena. Al mirar sus manos de largos dedos de pianista, recordó la carta que asomaba entre sus dedos. El corazón de Emily fue atravesado con el cuchillo del miedo.
Con las manos temblorosas, tomó la carta que su hija sostenía entre sus manos. Tiritaba como una hoja, maltratada por el viento en días de tormentas invernales.
Con los ojos empañados por las lágrimas, leyó como un ciclón el mensaje que su hija le había escrito antes de intentar suicidarse.
La cerró de golpe e intentó despertarla, pero Inés, no reaccionaba.
Emily gritaba y gritaba vestida por la desesperación y el temor de perderla. Su hija moriría sin remedio sino llegaban rápido a buscarla para llevarla al hospital.
- ¡Dios mío! Eran las únicas palabras que salían de su boca. - ¡No te la lleves aún, no te la lleves por favor, Dios mío!
Llamó veloz a una ambulancia, que no tardó en llegar, y hacia el hospital volaba más que corría, era necesario llegar a tiempo porque no sabía a que hora había ingerido las pastillas. En el hospital se la llevaron veloces al quirófano de urgencias para lavarle el estómago e intentar reanimarla. Emily sentada en la sala de espera, lloraba desconsolada. Su marido estaba de viaje, como siempre, a todos los problemas se tenía que enfrentar sola.
Necesitaba contarle la verdad a su hija, nunca se lo perdonaría si Inés moría, sin saber la verdad.
Escrito por Pili Ruiz el día 9 de Julio del 2011
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