¿Por qué no cambiamos?

Habría que preguntarse ¿qué es lo que queremos cambiar? Seguramente nuestra intención de cambiar no es otra que seguir acumulando, lograr lo que no tenemos, conseguir lo que nos falta, dejar de sufrir o de sentir este vacío y hastío de uno mismo.

Es triste ver a las personas como se afanan en que su supervivencia sea lo más segura y estable posible. Los que no tienen nada quieren que al menos puedan comer un día sí y otro no, encontrar desperdicios de comida en un cubo de basura, poder recoger unos cartones donde dormir o que puedan obtener cobijo en un albergue y poder lavarse en alguna fuente o lugar público. Este tipo de personas son despreciadas por la sociedad, los miramos con temor como si fueran contagiosos o nos fueran a hacer daño, les echamos de los parques o de las aceras y no nos importaría que se murieran en algún lugar oculto, sufriendo su propia agonía y fuera del alcance de nuestros ojos.

Luego están los que tienen, los que comen todos los días e incluso se permiten el lujo de ser vegetarianos, macrobióticos o guardar algún tipo de dieta, los que tienen alguna propiedad y están pensando en comprar alguna otra, los que se van de vacaciones todos los años, los que tienen un montón de libros en la estantería, los que tienen amigos y se entretienen jugando.

¿Qué relación hay entre los que tienen y los que no tienen? En esta sociedad que hemos creado todos, los que tienen quieren tener más y, como los bienes no son producto de la magia, el beneficio que uno obtiene es a costa de alguien que se empobrece.

Querer tener más es un movimiento de separación del prójimo. Algo muy diferente es querer tener lo que necesitamos y más allá de lo que necesitamos deberíamos compartirlo o al menos tener una actitud de gratitud y generosidad con el prójimo.

La pobreza de un ser humano es tu propia pobreza, y el sufrimiento de un ser humano es tu sufrimiento. Uno puede mirar hacia otro lado o ser insensible pero inevitablemente por mucho que te creas diferente a otro, serás pobre y sufrirás.

No hay mayor pobreza que la espiritual, que la ignorancia, que la vanidad y esa misma sensación de tener es la otra cara del sufrimiento.

Queremos cambiar pero no queremos que nadie nos toque el dinero del banco, no queremos cuestionar nuestros hábitos o costumbres, no queremos desprendernos de nuestras posesiones o recuerdos, de la imagen de nosotros mismos, de nuestros libros, de nuestras relaciones burguesas.

Estamos apegados como lapas a la roca y no queremos soltarnos porque caeríamos al mar y entonces nuestro destino ya no dependería de nuestro pensamiento, de nuestro pasado, sino de percibir el movimiento de las olas y del fluir de la existencia.

¿Por qué somos tan mezquinos y convertimos nuestra vida de relación en un intercambio mercantil? Apenas hacemos nada por pura bondad, por necesidad del otro, nunca nos permitimos perder, siempre estamos buscando la oportunidad y sacando provecho incluso de los que menos tienen. No es extraño que haya tanta soledad y tanto malestar en nosotros si no somos capaces de dar algo que ni siquiera es nuestro, de poder compartir al menos una sonrisa de corazón sin que sea pura apariencia tras un propósito.

¡¡Queremos cambiar!! Pura hipocresía, puro egoísmo, queremos seguir siendo seres carentes, incompletos, insuficientes, que van tras la sombra que ellos mismos reflejan. Todo ese mundo de sentimentalismo, de romanticismo, no es más que la necesidad de encontrarnos con nosotros mismos a través del otro y lo que estamos haciendo con ello es frustrarnos en cada intento hasta que por fin siendo ya viejos desistimos.

No solo no queremos cambiar sino que en nuestra amargura queremos arrastrar a los que están con nosotros y hacemos todo lo posible para agarrar a quien sea mientras nos ahogamos.

Querer cambiar es una llama en el interior del alma que cuando surge arrasa con todo, con el sentido mercantilista, con tus planes, con tu idea de ti y de los demás, y en definitiva con ese ser que se siente separado de lo demás. Si ese no es tu caso, entonces es que no quieres cambiar sino más bien reforzar tu ego, sostener tu autoengaño o autocompasión, y seguir estando solo en mitad de una multitud.

Aunque solo sea por un instante, olvídate de ti mismo, déjate a un lado,  mira a los demás sin interés alguno, date cuenta de su soledad, siente sus temores, sus preocupaciones, son seres vivos como tú con una gran belleza que necesitan ser abrazados al igual que tu…. no te lo pienses más y abrázalos con el corazón.

Habría que preguntarse ¿qué es lo que queremos cambiar? Seguramente nuestra intención de cambiar no es otra que seguir acumulando, lograr lo que no tenemos, conseguir lo que nos falta, dejar de sufrir o de sentir este vacío y hastío de uno mismo.

Es triste ver a las personas como se afanan en que su supervivencia sea lo más segura y estable posible. Los que no tienen nada quieren que al menos puedan comer un día sí y otro no, encontrar desperdicios de comida en un cubo de basura, poder recoger unos cartones donde dormir o que puedan obtener cobijo en un albergue y poder lavarse en alguna fuente o lugar público. Este tipo de personas son despreciadas por la sociedad, los miramos con temor como si fueran contagiosos o nos fueran a hacer daño, les echamos de los parques o de las aceras y no nos importaría que se murieran en algún lugar oculto, sufriendo su propia agonía y fuera del alcance de nuestros ojos.

Luego están los que tienen, los que comen todos los días e incluso se permiten el lujo de ser vegetarianos, macrobióticos o guardar algún tipo de dieta, los que tienen alguna propiedad y están pensando en comprar alguna otra, los que se van de vacaciones todos los años, los que tienen un montón de libros en la estantería, los que tienen amigos y se entretienen jugando.

¿Qué relación hay entre los que tienen y los que no tienen? En esta sociedad que hemos creado todos, los que tienen quieren tener más y, como los bienes no son producto de la magia, el beneficio que uno obtiene es a costa de alguien que se empobrece.

Querer tener más es un movimiento de separación del prójimo. Algo muy diferente es querer tener lo que necesitamos y más allá de lo que necesitamos deberíamos compartirlo o al menos tener una actitud de gratitud y generosidad con el prójimo.

La pobreza de un ser humano es tu propia pobreza, y el sufrimiento de un ser humano es tu sufrimiento. Uno puede mirar hacia otro lado o ser insensible pero inevitablemente por mucho que te creas diferente a otro, serás pobre y sufrirás.

No hay mayor pobreza que la espiritual, que la ignorancia, que la vanidad y esa misma sensación de tener es la otra cara del sufrimiento.

Queremos cambiar pero no queremos que nadie nos toque el dinero del banco, no queremos cuestionar nuestros hábitos o costumbres, no queremos desprendernos de nuestras posesiones o recuerdos, de la imagen de nosotros mismos, de nuestros libros, de nuestras relaciones burguesas.

Estamos apegados como lapas a la roca y no queremos soltarnos porque caeríamos al mar y entonces nuestro destino ya no dependería de nuestro pensamiento, de nuestro pasado, sino de percibir el movimiento de las olas y del fluir de la existencia.

¿Por qué somos tan mezquinos y convertimos nuestra vida de relación en un intercambio mercantil? Apenas hacemos nada por pura bondad, por necesidad del otro, nunca nos permitimos perder, siempre estamos buscando la oportunidad y sacando provecho incluso de los que menos tienen. No es extraño que haya tanta soledad y tanto malestar en nosotros si no somos capaces de dar algo que ni siquiera es nuestro, de poder compartir al menos una sonrisa de corazón sin que sea pura apariencia tras un propósito.

¡¡Queremos cambiar!! Pura hipocresía, puro egoísmo, queremos seguir siendo seres carentes, incompletos, insuficientes, que van tras la sombra que ellos mismos reflejan. Todo ese mundo de sentimentalismo, de romanticismo, no es más que la necesidad de encontrarnos con nosotros mismos a través del otro y lo que estamos haciendo con ello es frustrarnos en cada intento hasta que por fin siendo ya viejos desistimos.

No solo no queremos cambiar sino que en nuestra amargura queremos arrastrar a los que están con nosotros y hacemos todo lo posible para agarrar a quien sea mientras nos ahogamos.

Querer cambiar es una llama en el interior del alma que cuando surge arrasa con todo, con el sentido mercantilista, con tus planes, con tu idea de ti y de los demás, y en definitiva con ese ser que se siente separado de lo demás. Si ese no es tu caso, entonces es que no quieres cambiar sino más bien reforzar tu ego, sostener tu autoengaño o autocompasión, y seguir estando solo en mitad de una multitud.

Aunque solo sea por un instante, olvídate de ti mismo, déjate a un lado,  mira a los demás sin interés alguno, date cuenta de su soledad, siente sus temores, sus preocupaciones, son seres vivos como tú con una gran belleza que necesitan ser abrazados al igual que tu…. no te lo pienses más y abrázalos con el corazón.