Mi experiencia

Cuantas veces oímos en nuestras conversaciones o discusiones ese argumento de ´cada cual tiene su experiencia´ o ´cada uno tiene su propia vida´ o ´cada persona es responsable de sí mismo´…. Son ideas que suenan como si fueran realidades incuestionables.

El otro día en una charla entre amigos alguien me dijo: ¿Por qué no te dejas de generalidades y nos hablas de tu experiencia?

Yo contesté algo así como que hablar desde lo general es hablar desde lo que compartimos, desde lo que nos une, y desde ahí podemos ir a lo particular, si es que ello existe en absoluto. Y en cuanto a mi experiencia la verdad es que me quedé en blanco, y lo único que pude decir es que no tenía ninguna experiencia propia que mostrar.

¿Qué queremos decir cuando expresamos que esa es mi experiencia? Todos experimentamos de una u otra forma en el mismo hecho de vivir, pero ¿es esa nuestra experiencia? ¿Cuándo decimos mi experiencia nos referimos al hecho de estar experimentando o más bien nos referimos a las conclusiones que hemos sacado de la experimentación?

Parece obvio que una cosa es experimentar y otra cosa bastante diferente es la experiencia que sacamos de ello.

Cuando experimentamos lo que más entra en juego son nuestros sentidos. Percibimos a través de nuestros sentidos lo que está sucediendo y a la vez percibimos nuestra relación con ello. Una vez que los sentidos han percibido y toda esa información ha entrado en nuestro cerebro, entonces entra en juego la experiencia acumulada en la memoria y nuestra respuesta más inmediata tiene que ver con ese reconocimiento de lo que está sucediendo y del valor que le damos a ello.

¿Qué sentido tiene mi experiencia? ¿Para qué creamos experiencia? Parece evidente que tiene un sentido práctico pues mi experiencia son las capacidades o conocimientos útiles que me sirven para hacer la vida más fácil y en ese sentido la percepción y la memoria trabajan de una forma bastante eficaz basándose en la atención y la repetición de procesos.

Creamos experiencia para hacer la vida más fácil, memorizamos procesos que no necesitamos aprender de nuevo y que podemos repetir un sinfín de veces: hablar un idioma, cocinar, conducir, recorrer un camino.

¿Por qué creamos experiencia en el aspecto psicológico? ¿Por qué aprendemos prejuicios, frustraciones, apegos, deseos, opiniones, creencias? Es un hecho que toda esa experiencia nos hace la vida más complicada e incluso no nos permite vivir. Es por esa experiencia que no somos sensibles a lo que nos rodea.

El prejuicio, la frustración, el apego, la creencia, tienen una base falsa que es necesario comprender, son como una trampa donde se cae y ya es difícil salir porque el miedo que es otra trampa no permite ni que te lo cuestiones.

Por mucho que no queramos verlo la mayoría de las personas piensan y sienten de la misma forma, cada cual con sus ideas y sus heridas, cada cual con sus momentos de placer y con sus frustraciones, entonces sería más exacto hablar de nuestra experiencia y no de mi experiencia.

Lo cierto es que hay muy poca verdad en lo que pensamos o en lo que sentimos, es decir, hay muy poca verdad en nuestra experiencia. La verdad no puede estar en nuestra experiencia sino en el hecho de experimentar, en la percepción de los acontecimientos, en el sentimiento de la realidad que fluye a nuestro alrededor y en nuestro interior.

La verdad es algo vivo, en movimiento, y si uno ama la verdad ha de moverse con ella y donde ella te lleve, entonces mi experiencia no tiene más sentido que el necesariamente útil y sin que ello sea algo personal.

Siento que hay una gran carga psicológica en esa frase que se expresa como ´mi experiencia´ y sinceramente veo que no es tanto mi experiencia sino una experiencia condicionada que es compartida por la gran mayoría de la sociedad, un conjunto de seres aislados cuya ´experiencia propia´ no les permite colaborar en unión a otros seres por un mundo más sencillo y compasivo.


Cuantas veces oímos en nuestras conversaciones o discusiones ese argumento de ´cada cual tiene su experiencia´ o ´cada uno tiene su propia vida´ o ´cada persona es responsable de sí mismo´…. Son ideas que suenan como si fueran realidades incuestionables.

El otro día en una charla entre amigos alguien me dijo: ¿Por qué no te dejas de generalidades y nos hablas de tu experiencia?

Yo contesté algo así como que hablar desde lo general es hablar desde lo que compartimos, desde lo que nos une, y desde ahí podemos ir a lo particular, si es que ello existe en absoluto. Y en cuanto a mi experiencia la verdad es que me quedé en blanco, y lo único que pude decir es que no tenía ninguna experiencia propia que mostrar.

¿Qué queremos decir cuando expresamos que esa es mi experiencia? Todos experimentamos de una u otra forma en el mismo hecho de vivir, pero ¿es esa nuestra experiencia? ¿Cuándo decimos mi experiencia nos referimos al hecho de estar experimentando o más bien nos referimos a las conclusiones que hemos sacado de la experimentación?

Parece obvio que una cosa es experimentar y otra cosa bastante diferente es la experiencia que sacamos de ello.

Cuando experimentamos lo que más entra en juego son nuestros sentidos. Percibimos a través de nuestros sentidos lo que está sucediendo y a la vez percibimos nuestra relación con ello. Una vez que los sentidos han percibido y toda esa información ha entrado en nuestro cerebro, entonces entra en juego la experiencia acumulada en la memoria y nuestra respuesta más inmediata tiene que ver con ese reconocimiento de lo que está sucediendo y del valor que le damos a ello.

¿Qué sentido tiene mi experiencia? ¿Para qué creamos experiencia? Parece evidente que tiene un sentido práctico pues mi experiencia son las capacidades o conocimientos útiles que me sirven para hacer la vida más fácil y en ese sentido la percepción y la memoria trabajan de una forma bastante eficaz basándose en la atención y la repetición de procesos.

Creamos experiencia para hacer la vida más fácil, memorizamos procesos que no necesitamos aprender de nuevo y que podemos repetir un sinfín de veces: hablar un idioma, cocinar, conducir, recorrer un camino.

¿Por qué creamos experiencia en el aspecto psicológico? ¿Por qué aprendemos prejuicios, frustraciones, apegos, deseos, opiniones, creencias? Es un hecho que toda esa experiencia nos hace la vida más complicada e incluso no nos permite vivir. Es por esa experiencia que no somos sensibles a lo que nos rodea.

El prejuicio, la frustración, el apego, la creencia, tienen una base falsa que es necesario comprender, son como una trampa donde se cae y ya es difícil salir porque el miedo que es otra trampa no permite ni que te lo cuestiones.

Por mucho que no queramos verlo la mayoría de las personas piensan y sienten de la misma forma, cada cual con sus ideas y sus heridas, cada cual con sus momentos de placer y con sus frustraciones, entonces sería más exacto hablar de nuestra experiencia y no de mi experiencia.

Lo cierto es que hay muy poca verdad en lo que pensamos o en lo que sentimos, es decir, hay muy poca verdad en nuestra experiencia. La verdad no puede estar en nuestra experiencia sino en el hecho de experimentar, en la percepción de los acontecimientos, en el sentimiento de la realidad que fluye a nuestro alrededor y en nuestro interior.

La verdad es algo vivo, en movimiento, y si uno ama la verdad ha de moverse con ella y donde ella te lleve, entonces mi experiencia no tiene más sentido que el necesariamente útil y sin que ello sea algo personal.

Siento que hay una gran carga psicológica en esa frase que se expresa como ´mi experiencia´ y sinceramente veo que no es tanto mi experiencia sino una experiencia condicionada que es compartida por la gran mayoría de la sociedad, un conjunto de seres aislados cuya ´experiencia propia´ no les permite colaborar en unión a otros seres por un mundo más sencillo y compasivo.