La belleza

Gran parte de nosotros nos hemos sentido molestos porque pensábamos que éramos feos, o que no éramos guapos, que teníamos una nariz torcida, un ojo extraviado, unas orejas grandes, unos pechos pequeños, una estatura baja o demasiado alta, que éramos gordos, o que éramos tontos.

El caso es que hemos sufrido muchísimo pensando que no éramos normales, que los demás se reían de nosotros o nos despreciaban porque habíamos nacido con algún tipo de defecto o particularidad.

Hemos soportado comentarios crueles acerca de nuestros defectos y todo ello nos ha creado de alguna forma nuestro propio auto desprecio. Por esa razón nos hemos operado o hemos ocultado de la manera que fuese eso que pensábamos nos hacia inferiores frente a los demás. Incluso nosotros mismos nos hemos reído de los demás por su apariencia sin darnos cuenta que lo estábamos sufriendo en nuestras propias carnes.

Hoy en día todo ese sufrimiento forma parte de nosotros y aunque la vida nos ha demostrado de una y mil maneras que nada de ello tenía realmente la importancia que le dimos, vivimos inmersos en vidas que se basan en apariencias, imágenes y escaparates de lo que creemos ser.

¿Qué es la belleza? ¿Es la belleza algo superficial y aparente? La belleza está en los ojos que la ven o en los sentidos que la sienten. Una persona que sabe lo que es feo y lo que es bonito no es capaz de ver la belleza, porque la belleza no es clasificable, no es una moda, es algo profundo que surge de la misma naturaleza de los seres.

¿Unos pechos son pequeños en relación con unos grandes, pero si no los comparamos como sabríamos que son pequeños? La belleza de unos pechos estriba en que son únicos y no comparables. La belleza de unos ojos, aunque sean ciegos, está en que son como son. La fealdad está en despreciar a esos ojos o a esos pechos y con ello a esas personas que los tienen. La fealdad está en juzgar, clasificar, valorar a las personas por su apariencia, en hacer de la apariencia lo profundo y en hacer de lo profundo una simple apariencia.

Cuando tenemos un hijo lo primero que nos preocupa es saber si es normal, si viene con algún defecto o particularidad, porque sabemos cuál es el peso psicológico para él y para nosotros el tener que soportar tanto comentario cruel, despectivo o compasivo.

Cuando buscamos un novio o una novia, nos gustaría que tuviera la mejor apariencia posible y poder decir al mundo lo guapo que es mi novio. Cuando tenemos un trabajo lo medimos según el dinero que ganamos y no según el beneficio social que hace. Cuando hablamos de nuestra casa lo hacemos describiendo lo aparente y personal como si nosotros fuéramos esa apariencia.

El identificarnos con unas cosas más que con otras, el sentido de posesión que tenemos, todo aquello que intentamos conseguir, son actitudes que van tras lo aparente, tras lo superficial, manipulados por la gran ensalada de ideas que nos ofrece la sociedad.

Nos hemos creído que la apariencia o la imagen es lo importante y vivimos inmersos en esa idea que no nos permite descubrir esa profunda belleza que emana de todos los seres y de todas las cosas.

Somos seres de una gran hermosura, de una gran belleza, con independencia de nuestra apariencia cuando nuestra vida no se rige por lo aparente, cuando somos capaces de vivir la relación según es.

Hemos de darnos cuenta que no tenemos nada que ocultar, que la fealdad no está en nosotros sino en aquel que la ve o la juzga, y hemos de comprender que somos nosotros mismos los primeros que colaboramos con esa forma de ver y de juzgar.

Cuando surge la belleza uno queda prendado y maravillado de toda apariencia sintiendo que ello es un reflejo de la profunda belleza que hay en su interior y es ahí donde cobra sentido y significado la relación.



Gran parte de nosotros nos hemos sentido molestos porque pensábamos que éramos feos, o que no éramos guapos, que teníamos una nariz torcida, un ojo extraviado, unas orejas grandes, unos pechos pequeños, una estatura baja o demasiado alta, que éramos gordos, o que éramos tontos.

El caso es que hemos sufrido muchísimo pensando que no éramos normales, que los demás se reían de nosotros o nos despreciaban porque habíamos nacido con algún tipo de defecto o particularidad.

Hemos soportado comentarios crueles acerca de nuestros defectos y todo ello nos ha creado de alguna forma nuestro propio auto desprecio. Por esa razón nos hemos operado o hemos ocultado de la manera que fuese eso que pensábamos nos hacia inferiores frente a los demás. Incluso nosotros mismos nos hemos reído de los demás por su apariencia sin darnos cuenta que lo estábamos sufriendo en nuestras propias carnes.

Hoy en día todo ese sufrimiento forma parte de nosotros y aunque la vida nos ha demostrado de una y mil maneras que nada de ello tenía realmente la importancia que le dimos, vivimos inmersos en vidas que se basan en apariencias, imágenes y escaparates de lo que creemos ser.

¿Qué es la belleza? ¿Es la belleza algo superficial y aparente? La belleza está en los ojos que la ven o en los sentidos que la sienten. Una persona que sabe lo que es feo y lo que es bonito no es capaz de ver la belleza, porque la belleza no es clasificable, no es una moda, es algo profundo que surge de la misma naturaleza de los seres.

¿Unos pechos son pequeños en relación con unos grandes, pero si no los comparamos como sabríamos que son pequeños? La belleza de unos pechos estriba en que son únicos y no comparables. La belleza de unos ojos, aunque sean ciegos, está en que son como son. La fealdad está en despreciar a esos ojos o a esos pechos y con ello a esas personas que los tienen. La fealdad está en juzgar, clasificar, valorar a las personas por su apariencia, en hacer de la apariencia lo profundo y en hacer de lo profundo una simple apariencia.

Cuando tenemos un hijo lo primero que nos preocupa es saber si es normal, si viene con algún defecto o particularidad, porque sabemos cuál es el peso psicológico para él y para nosotros el tener que soportar tanto comentario cruel, despectivo o compasivo.

Cuando buscamos un novio o una novia, nos gustaría que tuviera la mejor apariencia posible y poder decir al mundo lo guapo que es mi novio. Cuando tenemos un trabajo lo medimos según el dinero que ganamos y no según el beneficio social que hace. Cuando hablamos de nuestra casa lo hacemos describiendo lo aparente y personal como si nosotros fuéramos esa apariencia.

El identificarnos con unas cosas más que con otras, el sentido de posesión que tenemos, todo aquello que intentamos conseguir, son actitudes que van tras lo aparente, tras lo superficial, manipulados por la gran ensalada de ideas que nos ofrece la sociedad.

Nos hemos creído que la apariencia o la imagen es lo importante y vivimos inmersos en esa idea que no nos permite descubrir esa profunda belleza que emana de todos los seres y de todas las cosas.

Somos seres de una gran hermosura, de una gran belleza, con independencia de nuestra apariencia cuando nuestra vida no se rige por lo aparente, cuando somos capaces de vivir la relación según es.

Hemos de darnos cuenta que no tenemos nada que ocultar, que la fealdad no está en nosotros sino en aquel que la ve o la juzga, y hemos de comprender que somos nosotros mismos los primeros que colaboramos con esa forma de ver y de juzgar.

Cuando surge la belleza uno queda prendado y maravillado de toda apariencia sintiendo que ello es un reflejo de la profunda belleza que hay en su interior y es ahí donde cobra sentido y significado la relación.