Meditación especial desde los bosques de la tierra... las hadas, los elfos y los gnomos nos susurran....


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 Las hadas, los elfos y los gnomos nos susurran esta hermosa meditación que nos conecta con el corazón de la Madre Naturaleza
Imaginemos que estamos frente a un ciruelo de hojas rojas, el mismo color de la energía que irradia el núcleo de la Madre Tierra.
Abrazamos ese ciruelo y prestamos atención a la sensación de anclaje que se desprende del hecho de ser conscientes del peso de nuestros pies cerca de él y de cómo a través de ellos podemos absorber energía roja del alma del planeta tierra.
Esta energía se asienta en nosotros y transmuta cualquier sufrimiento o preocupación en amor, fuerza y claridad.
Nosotros absorbemos por nuestros pies hasta la cabeza energía roja terrenal que arrastra lo negativo y lo transforma para nuestro mayor bien. Este es el regalo rojo que nos brinda La Tierra y que veremos materializado en nuestra existencia en forma de experiencia o de mágica sensación. La energía roja que ahora nos recorre nos recuerda nuestro vínculo terrenal por derecho de nacimiento en este planeta y nos brinda la sensación de reconocernos hijos de la Madre Tierra, de esa madre, testigo de nuestro primer aliento en su regazo y de nuestro crecimiento hasta nuestros días sobre su faz. Esa madre que nos ama, que nos sustenta y que nos brinda lo necesario para subsistir y a la cual, desde nuestra posición meditativa, ofrecemos amor, respeto y agradecimiento. Antes de despedirnos, imaginamos al planeta como el punto azul más bello del Universo y le agradecemos el milagro de la vida que se gesta en forma de animales, plantas y personas desde hace millones de años en su vientre, al igual que lo hacemos con nuestra madre biológica, aquella que nos acogió en su útero y que nos hizo el mejor regalo: el de la vida aquí y ahora en este maravilloso planeta.
Otra meditación que nos proviene de la sabiduría de los duendes es la siguiente:
Visualizamos como con unos grandes brazos de luz somos capaces de abrazar el alma del planeta tierra y ella nos devuelve una lluvia de colores que nos penetra por el ombligo y asciende por la columna hasta el corazón. Así que ahora irradiamos una energía nutritiva y poderosa que el alma de Gaia nos ofrece a cambio de nuestro abrazo. Es una energía que podemos tomar y sentir cada vez que lo deseemos.
Sin embargo, una vez nos hemos recargado con esta energía multicolor y sus múltiples propiedades: alegría, paz, entusiasmo, felicidad, etc. enviamos un chorro de esta energía, la cual brota desde nuestro interior como una caudalosa cascada, a todo el planeta, de modo que bañamos cada parte de La Tierra con esta energía. Con este proceso, nosotros nos hemos enriquecido y fortalecido y, en agradecimiento, le hemos retornado al planeta parte de la energía que nos ha brindado pero recargada con nuestra arma más mágica y sublime: nuestro amor, ese amor que albergamos en el ser y que ahora hemos repartido al mundo. Podemos finalizar nuestra meditación pero nuestro abrazo continúa pues el vínculo con el planeta sigue…
Los gnomos son unos seres sensibles y tímidos que honran la naturaleza y habitan en los árboles. Los aman por encima de todo pues admiran en ellos su estabilidad, su conexión con el ser y el proceso de transformación de energía que opera en ellos. Los gnomos son tan receptivos y especiales que pueden escuchar a los árboles y hablar con ellos. Los gnomos nos aconsejan que cada día nos tomemos unos instantes para sentir a los árboles o sentirnos como ellos. Ellos siempre están ahí a pesar de todo, siguen impasibles y presencian y viven con aceptación todos los cambios de las estaciones. La brisa susurra entre sus hojas, los copos de nieve se posan en sus ramas cada invierno, la lluvia les alimenta y el sol les acaricia el alma en verano. Los árboles sienten desde el silencio del ser y de ahí nace una poderosa sabiduría que los conecta con el alma de la madre naturaleza pues ellos tienen la certeza de ser sus hijos, de estar arraigados en el ahora y de alimentarse del amor de algunos humanos y de los seres elementales, lo cuales los cuidan con devoción, además de los nutrientes que absorben sus raíces del manto terráqueo. Abrazar un árbol es abrazar la estabilidad, la paciencia y la observación desde el interior, esa que no etiqueta y que nace de la luz pura del ser. Abrazar a un árbol es fundirse con su proceso de renovación y/o floración cada primavera, habiendo dejado todo lo que no nos sirve durante los meses fríos para renacer transformados en la flor de nuestro corazón, esa flor que se abre libre y pura para disfrutar y tomar consciencia del instante que seguirá con su eterno proceso cíclico de transmutación a través del fruto, de su caída y de su eterno nacimiento.
Safe Creative #1104229038826



El nuevo blog: "ESCRITOS de Rudy Spillman", ¡INAUGURADO! ¡VISÍTALO!
"Antes de vestir tu cuerpo de blanco, ilumina tu alma". La armonía, el amor y la luz están donde la vida te lleve. La iluminación de tus días y los colores con que los veas dependen de vos. No lo olvides, vos y sólo vos sos el hacedor de tus sueños y tu destino.

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 Las hadas, los elfos y los gnomos nos susurran esta hermosa meditación que nos conecta con el corazón de la Madre Naturaleza
Imaginemos que estamos frente a un ciruelo de hojas rojas, el mismo color de la energía que irradia el núcleo de la Madre Tierra.
Abrazamos ese ciruelo y prestamos atención a la sensación de anclaje que se desprende del hecho de ser conscientes del peso de nuestros pies cerca de él y de cómo a través de ellos podemos absorber energía roja del alma del planeta tierra.
Esta energía se asienta en nosotros y transmuta cualquier sufrimiento o preocupación en amor, fuerza y claridad.
Nosotros absorbemos por nuestros pies hasta la cabeza energía roja terrenal que arrastra lo negativo y lo transforma para nuestro mayor bien. Este es el regalo rojo que nos brinda La Tierra y que veremos materializado en nuestra existencia en forma de experiencia o de mágica sensación. La energía roja que ahora nos recorre nos recuerda nuestro vínculo terrenal por derecho de nacimiento en este planeta y nos brinda la sensación de reconocernos hijos de la Madre Tierra, de esa madre, testigo de nuestro primer aliento en su regazo y de nuestro crecimiento hasta nuestros días sobre su faz. Esa madre que nos ama, que nos sustenta y que nos brinda lo necesario para subsistir y a la cual, desde nuestra posición meditativa, ofrecemos amor, respeto y agradecimiento. Antes de despedirnos, imaginamos al planeta como el punto azul más bello del Universo y le agradecemos el milagro de la vida que se gesta en forma de animales, plantas y personas desde hace millones de años en su vientre, al igual que lo hacemos con nuestra madre biológica, aquella que nos acogió en su útero y que nos hizo el mejor regalo: el de la vida aquí y ahora en este maravilloso planeta.
Otra meditación que nos proviene de la sabiduría de los duendes es la siguiente:
Visualizamos como con unos grandes brazos de luz somos capaces de abrazar el alma del planeta tierra y ella nos devuelve una lluvia de colores que nos penetra por el ombligo y asciende por la columna hasta el corazón. Así que ahora irradiamos una energía nutritiva y poderosa que el alma de Gaia nos ofrece a cambio de nuestro abrazo. Es una energía que podemos tomar y sentir cada vez que lo deseemos.
Sin embargo, una vez nos hemos recargado con esta energía multicolor y sus múltiples propiedades: alegría, paz, entusiasmo, felicidad, etc. enviamos un chorro de esta energía, la cual brota desde nuestro interior como una caudalosa cascada, a todo el planeta, de modo que bañamos cada parte de La Tierra con esta energía. Con este proceso, nosotros nos hemos enriquecido y fortalecido y, en agradecimiento, le hemos retornado al planeta parte de la energía que nos ha brindado pero recargada con nuestra arma más mágica y sublime: nuestro amor, ese amor que albergamos en el ser y que ahora hemos repartido al mundo. Podemos finalizar nuestra meditación pero nuestro abrazo continúa pues el vínculo con el planeta sigue…
Los gnomos son unos seres sensibles y tímidos que honran la naturaleza y habitan en los árboles. Los aman por encima de todo pues admiran en ellos su estabilidad, su conexión con el ser y el proceso de transformación de energía que opera en ellos. Los gnomos son tan receptivos y especiales que pueden escuchar a los árboles y hablar con ellos. Los gnomos nos aconsejan que cada día nos tomemos unos instantes para sentir a los árboles o sentirnos como ellos. Ellos siempre están ahí a pesar de todo, siguen impasibles y presencian y viven con aceptación todos los cambios de las estaciones. La brisa susurra entre sus hojas, los copos de nieve se posan en sus ramas cada invierno, la lluvia les alimenta y el sol les acaricia el alma en verano. Los árboles sienten desde el silencio del ser y de ahí nace una poderosa sabiduría que los conecta con el alma de la madre naturaleza pues ellos tienen la certeza de ser sus hijos, de estar arraigados en el ahora y de alimentarse del amor de algunos humanos y de los seres elementales, lo cuales los cuidan con devoción, además de los nutrientes que absorben sus raíces del manto terráqueo. Abrazar un árbol es abrazar la estabilidad, la paciencia y la observación desde el interior, esa que no etiqueta y que nace de la luz pura del ser. Abrazar a un árbol es fundirse con su proceso de renovación y/o floración cada primavera, habiendo dejado todo lo que no nos sirve durante los meses fríos para renacer transformados en la flor de nuestro corazón, esa flor que se abre libre y pura para disfrutar y tomar consciencia del instante que seguirá con su eterno proceso cíclico de transmutación a través del fruto, de su caída y de su eterno nacimiento.
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"Antes de vestir tu cuerpo de blanco, ilumina tu alma". La armonía, el amor y la luz están donde la vida te lleve. La iluminación de tus días y los colores con que los veas dependen de vos. No lo olvides, vos y sólo vos sos el hacedor de tus sueños y tu destino.